(El descubrimiento de Kachi Rulo)

Le correspondía jugar a Kachi Rulo. En las puntas del dominó colocado en la mesa había, por un lado un dos, y por el otro un cinco. Kachi tenía en ese momento cuatro fichas: , , y . De esas cuatro fichas, tres casaban con los “palos” de las puntas del dominó colocado en la mesa: el , el y el . Y Kachi no sabía cual de esas fichas debía colocar. Estaba embotado. Estaba perdido.

No sabía que hacer. Estaba paralizado. Parecía que estuviera mentalmente deshojando la margarita: te quiero mucho (el ), poquito (el ), nada (el ), te quiero mucho (el ), poquito (el , nada (el )…

Trataba de recordar que fichas había jugado el compañero y los contrarios…Pero, nada. Su falta de atención y concentración a lo que había sucedido explicaban su falta de memoria. No sabía quien había salido. Ni cual había sido la ficha de salida, ni como había sido colocada. No sabía que había pasado después. Quienes habían colocado las fichas posteriores a la de salida, ni como habían sido colocadas, “con pensada previa” o “sin pensada previa”. No sabía tampoco si habían ocurrido “pases” en la “mano”, y menos aún quien o quienes habían pasado a tal o cual “palo”. En fin, no sabía nada, ni por QUIEN habían sido colocadas las fichas, ni COMO habían sido colocadas, ni QUE “palo” o “palos” se habían anunciado.

Todo ello era lo que mantenía a Kachi como hipnotizado e inmóvil. Y fue entonces, en ese instante eterno. En ese momento crucial que se dio cuenta de una y muchas cosas. Y descubrió sobretodo sus limitaciones, su falta de conocimientos y respuestas adecuadas en el dominó.

Descubrió que el dominó no es un ejercicio de mera asociación gráfica o numérica de las fichas. Que no se trata de colocar un dos al lado de otro dos, o un tres al lado de otro tres, sin ton ni son.

Descubrió que en el dominó cada jugada tiene, y debe tener su razón de ser, su explicación y pertinencia. Que no se trata de colocar las fichas sin un POR QUE y sin un PARA QUE.

Descubrió que el dominó exige atención, concentración y memoria. Que se deben recordar todas y cada una de las jugadas realizadas por todos los jugadores, especialmente las del compañero.

Descubrió que el dominó se basa en unos conocimientos generales, basados en la Lógica, que conforman su Doctrina, que hacen posible el entendimiento, acoplamiento y comprensión entre los compañeros de pareja; así como también en otros conocimientos de carácter particular, que permiten precisar la ubicación de las fichas no jugadas en cada “mano”.

Descubrió que el desconocimientos de la Doctrina y de la ubicación de las fichas no jugadas, conduce usualmente a la ignorancia y a la impotencia, y puntualmente a que el resultado de las “trancas” sea aleatorio, imprevisible y desconocido.

En ese instan te eterno. En ese momento crucial se percató de éstas y muchas cosas más. En ese encuentro consigo mismo. En esa fracción de tiempo profundo y luminoso, descubrió sus muchas limitaciones, sus deficiencias y por vía de consecuencia, su falta de experticia en el dominó.

Y recordó la cantidad de veces que, por distintos medios, se le había dicho que dedicara tiempo al estudio y aprendizaje de la Doctrina. Que debía conocer la naturaleza del juego. Que debía tomar en cuenta el carácter imperfecto de la información inicial, pero perfectible a medida que las “manos” avanzan. Que debía tener presente que la información atinente a cada jugada es imprescindible. Que debía prestar atención a todo lo que sucedía, a todas las jugadas. Que debía recordarlas todas. Que debía conocer los Principios, Conceptos y Criterios del juego. Que debía utilizar el método deductivo para conocer la ubicación de las fichas no jugadas, etc.

Y en ese instante único, de reflexión sincera, enfrentado con sus dudas, agobiado de temores, indeciso e inseguro, sin saber que hacer, que ficha colocar, descubrió la cruda y triste verdad: que no sabía jugar dominó…