«...No obstante de que ciertos dominocistas fundamentan toda su conducta en este criterio, y le otorgan carácter primario, es en realidad, un criterio secundario, accesorio, no principal. No siempre es posible. No siempre es recomendable, perseguir y eliminar un doble de los contrarios. No tiene, por ejemplo, sentido ni explicación, que una pareja sacrifique el desarrollo de cinco o seis piezas de un determinado palo, por el mero afán de impedir la colocación del doble de dicho palo. Tal proceder está reñido con el más elemental sentido común. Está reñido con la verdad verdadera del juego. Es una conducta deforme y defectuosa que disminuye y limita, de modo notable, la capacidad de análisis y raciocinio.

La persecución de los dobles en manos de los contrarios, debe, en todo caso, estar respaldada por las condiciones siguientes:

A) La existencia de dobles en manos contrarias.

No siempre un jugador, no siempre los jugadores que integran una pareja levantan dobles. Sabido es que las fichas dobles representan tan sólo una cuarta parte del total de fichas. Los dobles son siete. Las fichas todas son veintiocho. Y habida cuenta que cada dominocista toma siete piedras al inicio de cada mano, el número proporcional de dobles que le corresponde es de uno y tres cuatros, o sea, dos. Pero a veces le tocan más de dos, y a veces menos. A veces no levanta ningún doble, y entonces Qué doble se va a perseguir? Pues ninguno. Y en tal supuesto el criterio que aquí se comenta no tiene ninguna vigencia.

B) El conocimiento, cierto, de su ubicación.

El perseguidor de dobles, que por lo demás constituye una especie de maniático del juego, reduce y restringue sus potencialidades y capacidades como dominocista al solo hecho de perseguir y tratar de eliminar los dobles, ya que, y conforme se sabe, si los dobles constituyen la cuarta parte del total de fichas, aún en la hipótesis optima de que la persecución sea eficiente; ello sólo proporciona el conocimiento de la cuarta parte de todas las fichas que componen el juego, sin certeza alguna sobre la ubicación del resto de piedras. El perseguidor de dobles es, como un caballo con gríngolas, tiene una visión muy parcial de la realidad. Mira tan sólo al frente. No sabe qué sucede a los lados. No sabe qué sucede atrás. Es, en verdad, un minusválido.

C) La posesión de los recursos necesarios y suficientes para lograr su eliminación.

Dadas las dos primeras condiciones, la existencia del o de los dobles en manos contrarias, y el conocimiento cierto, de su ubicación, es indispensable, si se pretende la eliminación de los mismos, contar con las fichas en tipo y calidad que permitan alcanzar tal objetivo. Esto es, si no se cuenta con las piedras necesarias para conseguir tal propósito, por más empeño y voluntad que se dedique a tal fin, no será posible su consecución. Matar un doble, amén de todo lo antes dicho, requiere del ejercicio de una conducta, que basada en la teoría, en la doctrina, sea capaz de enfrentar y resolver, de modo conveniente, las evidencias de la praxis.

D) La consecución de la victoria, y la captura de una cantidad de tantos superior a la que se lograría sin la eliminación de dichos dobles.

Esta condición, a diferencia de las antes comentadas, que vienen dadas por factores de carácter fáctico, viene dada y se determina por un factor humano, por el análisis, evaluación y decisión sobre la procedencia o no de la eliminación del o de los dobles en manos de los contrarios. Esto es Vale la pena, por ejemplo, ahorcar un doble-blanco, a despecho de desarrollar dicho palo blanco? Y la respuesta tiene que ser negativa y contundente, No! En general, los dobles que deben servir de estímulo para la puesta en marcha de este criterio, son los dobles de las series altas, el doble-seis y el doble-cinco, y en ocaciones los correspondientes a las series medias, el doble-cuatro y el doble-tres. Los dobles de las series bajas, sin caer en afirmaciones de carácter absoluto, no merecen atención. No merecen el sacrificio del desarrollo de una mayoría con el solo propósito de ahorcar un doble-blanco o un doble-uno. De modo que, y a título de síntesis, vale decir: Las fichas dobles, por el solo hecho de presentar el mismo palo en sus dos caras, resultan de más difícil colocación que las fichas mixtas. Empero esta verdad, no debe derivar en conductas de carácter rígido, absoluto y desproporcionado. Son muchas, muchísimas, las ocasiones en que resulta necesario y conveniente que juegue tal o cual doble, en manos de los contrarios. El Dominó por Parejas es mucho, muchísimo más que una persecución de los dobles. No es una cacería de brujas. No. Es un juego rico en variantes y alternativas, retos y respuestas, que requieren para su buen manejo, de diagnóstico y tratamiento adecuados, del conocimiento de la doctrina, y de una pasión sincera, dentro del marco de una dedicación seria...» (1)

Fuente:
(1) Zaibert, Ignacio. Conceptos y Criterios del Dominó por Parejas. Caracas 2010, pp. 92-95.