Un asiduo lector de esta columna me plantea la siguiente situación y pregunta: “Si el segundo jugador hubiese “pasado” sobre la salida, y el cuarto jugador tuviere tres fichas del “palo” de salida, ¿Qué debe hacer, que ficha debe colocar en su primera jugada?”

La hipótesis planteada por el lector presenta una diferencia importante con el caso objeto de análisis en una columna anterior. Como se debe recordar, en aquella oportunidad el cuarto jugador tenía dos elementos que casaban con el “palo” de salida, uno de ellos en “pelo”. En esta ocasión, tiene tres. Tal circunstancia marca la diferencia en el tratamiento de la “mano”, y por ende, en la escogencia de la primera jugada.

Al sumar las tres fichas que tiene el cuarto jugador del “palo” de salida, con las dos en la mesa, la colocada por el salidor y la colocada por el tercer jugador, el total es cinco. Ello equivale a que tiene mayoría adquirida en ese “palo”. Tiene fuerza en dicho “palo”. Tiene, al margen de las otras características de su conjunto, ventaja y superioridad en ese “palo”. Ventaja y superioridad que no debe desaprovechar. Al contrario, debe hacer valer y obtener provecho.

Todo lo cual significa que no debe castigar el “palo” de salida. Lo que debe hacer es desarrollar ese “palo”. Sacarle punta. Sacar provecho del poder que tiene en virtud de la mayoría adquirida.

Al efecto, veamos a continuación el desarrollo de una “mano”, de las características antes señaladas:

El salidor levanta las siguientes fichas: , , , , , y y sale con el . El segundo jugador levanta las siguientes fichas: , , , , , y y como no tiene fichas del “palo” dos, “pasa”. El tercer jugador levanta las siguientes fichas: , , , , , y y coloca, sin elección, el . El cuarto jugador levanta las siguientes fichas: , , , , , y y coloca “sin pensada previa” el .

El salidor en su segundo movimiento, coloca el . El segundo jugador coloca el . El tercer jugador castiga el cinco con su único cinco, el . El cuarto jugador “cuadra” a dos con el .

El salidor castiga el dos con el . El segundo jugador coloca el . El tercer jugador tiene dos jugadas: el y el . De colocar el doble puede venir un nuevo “cuadre” a dos, de tener el cuarto jugador el , el cual en efecto tiene. De colocar el evita esa posibilidad ya que el está ya jugado, aparte de que insistiría con el “palo” tres, del cual tiene dos fichas más, el y el . De modo que elige el . El cuarto jugador, impedido de “cuadrar” a dos, decide repetir el “palo” iniciado en primera instancia por el compañero, esto es, el cinco, y coloca el .

El salidor castiga el cinco con el . El segundo jugador con el “cuadra” a cuatro y se “encabeza”. El tercer jugador “pasa”. El cuarto jugador “pasa”.

El salidor coloca su último cuatro, el . El segundo jugador coloca el , entra con su “corrida de cinco, y sigue en posesión del último cuatro, el . El tercer jugador “pasa”. El cuarto jugador “pasa”.

El salidor “pasa”. El segundo jugador coloca el y vuelven a “pasar” los jugadores tres y cuatro.

El salidor vuelve a “pasar”. El segundo jugador tiene dos fichas: el y el , ambas “cabezas”, de modo que coloca el y se queda con una sola ficha, el El tercer jugador tiene dos fichas que casan con el seis: el y el . Coloca el con lo que asegura que su compañero juegue también una ficha, el . El cuarto jugador “pasa”.

El salidor coloca en efecto el . El segundo jugador domina la “mano” con el y captura 26 puntos, 18 en poder del tercer jugador (, y ) y 8 en poder del salidor, (el ).

En el dominó, estimados lectores, la posesión de una mayoría, bien sea de carácter natural o de carácter adquirido, es de vital importancia, y su buen manejo conduce, las más de las veces a la victoria.

En tal sentido, me permito reproducir a continuación algunos apartes del Capítulo III, Particular 2 de mi libro “Conceptos y Criterios del Dominó por Parejas”:
“…la mayoría, y por lo tanto la fuerza, puede ser natural o adquirida…La fuerza es un poco como el poder. Si se tiene y no se ejerce resulta un desperdicio. Si hay fuerza, si hay poder, hay que ejercerlo. Hay que tomar iniciativas. Hay que señalar rumbos…”